DIA 11 Melide- Santiago 53Km

Hoy, el día como ya es costumbre, amanece demasiado pronto pero hoy parece que importa menos, es el último día y se junta esa extraña mezcla de sensaciones en las que por un lado estás deseoso de llegar y por otro te gustaría no acabar nunca.
Después de desayunar en una cafetería partimos rumbo Santiago, nuestros compañeros gallegos ya han salido hace un rato, ya los veremos más adelante. Hace bastante frío y como el día está un poco gris no ayuda a calentarse, ¿nos lloverá el último día?. El camino sigue la rutina de ayer, son buenas pistas entre impresionantes bosques que apenas dejan entrar el sol con sus ramas, se rueda muy muy bien, no se si será el frío o las ganas de llegar, pero da la sensación que hay algo en Santiago que tira de ti, como una goma y parece que hasta cuesta menos dar pedales. Adelantamos a montones de peregrinos, algunos muy curiosos, como un grupo de militares austriacos que van con el traje de campaña, la bandera y todo; también en los peregrinos de a pie se nota la cercanía de Santiago, tanto por el número como por la alegría que llevan. Todo el rato es un continuo sube y baja, apenas hay tramos llanos y aunque no hay tramos muy duros ni puertos considerables las continuas subidas van machacando. Al fin vemos a nuestros compañeros, pero nosotros hoy vamos desbocados y enseguida en una subida los dejamos atrás, no importa ya nos veremos en Santiago. Vamos pasando por bastantes pueblecitos, unos más grandes, otros menos pero la cercanía de una gran cuidad, se nota ya no son de aspecto tan descuidado ni tan solitarios como la primera zona que pasamos de Galicia. La zona del aeropuerto se hace cansina, la cuesta o mejor dicho la sucesión de cuestas más grande del camino, pero adelante que Santiago está cerca. Casi sin querer estamos delante del Monte do gozo y arriba nos hacemos las fotos de rigor y esto está echo, sabemos que Santiago está cerca y cuesta abajo además podemos verlo!!! Nos deslizamos por la ladera hacia el albergue, la idea que tenemos es dormir aquí y acercarnos con las bicis a Santiago a por la Compostela, comer y volver por la noche, pero el albergue cierra a las 9 ó las 10 y nos apetece celebrar un poco la llegada. Seguimos hacia Santiago, apenas 5 kilómetros nos queda hasta la catedral cuyos pináculos se abren paso entre las modernas edificaciones de la cuidad. Estos 5 kilómetros como siempre en las bajadas se pasan volando y casi sin darnos cuenta hemos llegado a la ciudad y estamos callejeando entre coches y saludos de peregrinos que nos recuerdan que todavía estamos en el Camino de Santiago, de pronto la cuidad deja de ser una cuidad cualquiera y se convierte en uno de los lugares más venerados de la cristiandad. Hemos entrado en el casco histórico, con un sol espléndido, las calles son peatonales y están llenas de gente, las bicis ante la ausencia de otros vehículos más rápidos nos permiten fluir entre la gente. Bajamos varias escalinatas de piedra como si fuéramos un fallo anacrónico. Mires donde mires todo es maravilla echa piedra, todo en perfecta armonía, pináculos y esculturas imposibles con una altura de vértigo. Al imaginar como se harían esas maravillas hace tanto tiempo te hace sentir pequeño e insignificante, qué sabiduría y empeño pondrían aquellas gentes, para crear tanta belleza sólo con sus manos y el uso de aparatos rudimentarios, llegando a desafiar incluso a la mismísima ley de la gravedad. Ahora en plena era tecnológica y montados sobre unas máquinas dignas de ciencia ficción el paisaje que tenemos ante nuestras narices nos da un golpe de humildad. Llegamos a la “Oficina del Peregrino” donde nos dan la Compostela que certifica la peregrinación, hemos encontrado una pensión para pasar la noche, además no es cara y nos guardan las bicis en un cuarto de calderas (vale, no es un sitio muy digno después del trabajo que han hecho pero detrás del altar de la catedral no nos dejaban). Mientras Tito ultima la reserva de habitación, Dani y yo visitamos la catedral. Hay mucha gente, nosotros vestimos de romano, otros muchos también van con sus botas, su ropa vieja y sus mochilas, siempre hay alguno que se perturba porque se entre así en una catedral, pero hoy no, esta está echa para nosotros, para gente que trae la ropa llena de polvo y la cara quemada por el sol, nuestras calas golpean la piedra y compiten con los tacones de las señoras, ellos dicen que están de visita pero las nuestras gritan:- ¡Sí, qué pasa, hemos venido en bici y desde muy lejos, además estamos orgullosos de ello, de venir sucios y de oler mal, porque después de 10 días formidables hemos llegado por fin a Santiago!. Y el corazón parece que se sale del pecho y hay un nudo en el estómago que no quiere que se acabe nunca, sólo el recuerdo de la familia que espera en casa da motivos suficientes para no volver a montar en la bici y cabalgar hasta el infinito. Es hora de dar un abrazo al Santo, la tradición dice que se le puede pedir algo, pero aparte de felicidad y salud para los míos, ¿qué más puedo pedir? No se me ocurre nada, creo que es más justo darle las gracias por estos días compartidos con unos grandes amigos y con unos cacharros de metal y plástico, que alguna vez parezca que tienen alma o vida propia. Nos duchamos ya en el hostal y volvemos al el Obradoiro a encontrarnos con Patricia y José, vamos a meternos una comilona para celebrarlo, han sido una muy grata compañía. La comida como siempre fenomenal aquí debe ser difícil no acertar. Ya en el hostal una buena siesta bien merecida, que ya sólo queda comprar los regalos y recuerdos para los nuestros que tan pacientemente nos han esperado y aguantado nuestras aventuras, cenar, tener un ratito de juerga y a dormir. Al día siguiente cogeremos un coche de alquiler en el aeropuerto para volver a casa, comeremos de nuevo en O´cebreiro y llegaremos a casa. Y así concluye esta crónica de mi Camino de Santiago, que para mi además de una ruta en bici o una peregrinación ha sido también la realización de un sueño, pero ésta no estaría completa si en ella no agradeciera a mi mujer la posibilidad que me ha dado de poder hacerlo, capeando temporales y subiendo los puertos del día a día mucho más duros de los que nos podemos encontrar en cualquier camino, y a mis niños que todos los días preguntaban si quedaban mucho para que su papá volviera y por qué su padre se tenía que ir en bici tantos días a pasárselo bien si con ellos también podía pasárselo bien, posiblemente esto haya sido lo más duro.
GRACIAS!!! Olga, Rodrigo y Miguel, por hacer posible este sueño


Por Chango

2 comentarios:

Anónimo dijo...

he leido todas las hazañas. me han echo reir como nunca. es algo que me gustaria hacer a mi. lo malo es que no tengo preparacion ni compañia para esta hazaña. un saldo

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu aventura, hace varios años que me encantaría poder realizar algo así, pero cada día monto menos en bici, y tampoco tengo con quién hacerlo, así que va a ser difícil. Será otra espinita clavada que me llevaré al "joyo". Qué envidia me das!! (y no es de la sana, sino de la mala malísima!!!). Un saludo.

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