Los guiris se levantan pronto como sería la tónica en todo el viaje.
Después de “renzogonear” un rato, nos disfrazamos de ciclistas y preparamos las alforjas. Al salir a la calle hace algo de frío y un poco de bruma, nos dirigimos a la cafetería para desayunar, nos apretamos unas buenas tostadas con nuestra vecina de litera y de aventura que nos pregunta cosas que tratamos de resolver sobre bicis, y en un rato ya estamos en ruta.
El comienzo es espectacular, empezamos cuesta abajo por unos caminos de cuentos de hadas, completamente verdes, con los árboles formando túneles sobre nosotros, con una ligera bruma, sólo faltan los enanos y elfos cruzándose entre los árboles. Pronto empezamos a adelantar peregrinos amenizando su camino con el “cuack cuack” de nuestras bocinas compradas para tal efecto, saludan amistosamente al grito de “buen camino”. La cosa se empieza animar y tras pasar por varios pueblos con constantes subidas y bajadas las pistas se vuelven más estrechas y pedregosas, con unas pizarrazas a las que no estamos acostumbrados, nosotros que somos del lugar donde nace el granito. Las alforjas hacen que la bajada parezca más segura, evitando la salida de orejas en los escalones con su gran peso, pero no están preparadas para hacer el borrico y es difícil resistirse, total que no aguantamos sin parar ni dos kilómetros. Hoy se romperían: unas alforjas mías y las dos de Dani, una barra del trasportin de Dani desoldada, el de Tito roto por las pletinas que lo sujetan a la rueda, 4 pinchazos (encima las cámaras nuevas nos las hemos dejado en casa, traemos unas con más parches que la chaqueta del Sr. Barragán), los cambios desajustados por el viaje en coche (creemos) y algún que otro cantazo. Afortunadamente nos lo tomamos con humor y cada vez que paramos a arreglar algo nos echamos unas risas y comentamos las bajadas. Poco a poco y sin parar de arreglar bicis y cruzarnos con amables peregrinos que nos saludan y animan como nosotros a ellos, tras subir y bajar el alto de Mezquiriz y el de Erro, llegamos a Pamplona por un carril bici bastante rápido.
Pamplona es una ciudad preciosa que nos recibe con unas impresionantes murallas, un bello casco antiguo sin coches, paseamos por donde los San Fermines. Sellamos en el albergue que es una pasada (de 5*) y nos agasajan con una comilona, un vino espléndido y la atención de una simpática camarera, total que al final salimos de Pamplona con el buche lleno, por un parque grandísimo, muy bonito rumbo a…. ¡Jejejeje el alto del perdón!, donde pagaría los excesos de la comida con un bonito dolor de tripa. Ese ascenso es la caña, todavía sin acostumbrarnos a los 10 kilillos de más, por unas pistas que poco a poco se vuelven pedregosas y resbaladizas es terrible!!!. Nos encontramos con una guiri tumbada que nos pide que le digamos a su compañera que baje a buscarla que no puede mas, (entre las dos tenían más años que el “andar palante”). Casi arriba, toca cargar con la bici en unos escalones, ¡madre mía! como cuesta empujar con las alforjas!!! NO PUEDO!!!! Pero no hay vuelta atrás y ando un poco descolgado para pedir ayuda a mis compis que están mucho más fuertes que yo, toca apretar los dientes, hincar las zapas en la tierra y apretar, llego arriba por fin y hace un aire del carajo. Hay unas bonitas esculturas de hierro con burros, perros, etc…
El alto está flanqueado por dos hileras de aerogeneradores que harían estremecer al mismo Don Quijote, con sus aspas girando con un ruido impresionante, allí en la cima del mundo (bueno es el monte más alto que hay por allí). A un lado Pamplona, al otro la inmensidad hacia Santiago y rodeado de gigantes blancos te sientes pequeño muy, muy pequeño, pero hay algo que te llena el pecho y que a la vez te hace sentir grande, muy, muy grande… Echas las fotos nos acercamos al borde por donde tenemos que bajar y es impresionante hasta que no estás encima no se ve el camino ¡¡¡qué desnivel!!! Se nos afilan los colmillos y en marcha, decimos que despacio, que se rompen las bicis, que hay muchas piedras, peroooo…. Y un güevo a volaaaaaaaaarrrrr!!!!! Abajo repararemos más cosas jejejeeje, que le vamos a hacer!!! En Obanos nos desviamos un poco para ver Eunate, pese a las quejas de Tito, que no entró en una iglesia en toda la aventura (así vigilaba las bicis). Fotos, ante posiblemente la iglesia más especial del camino y llegada a Puente la Reina, donde en el albergue de “Los padres reparadores” (buen nombre, ¿serán reparadores de bicis?), acabamos de arreglar todos los daños ante las miradas de unos peregrinos que lo fliparon un poco, jejeejeje, con el despliegue de chatarrería. Luego la cena, y pronto a la camita después de conectarme a la red un poco y saludar a los compis foreros. Ya en la cama, ¡terror!, había una vieja francesa que roncaba como una hormigonera ja ja ja ja, además de repente, ¡¡qué sustos!!, pero poco a poco ZZZZZ a soñar con mañana.
Por chango
Día 2 Roncesvalles-Puente de la Reina 72km
Etiquetas: EL CAMINO DE SANTIAGO
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