El Giro de Italia y sus orígenes


A la hora de escribir estas líneas se está disputando la edición 2007 del Giro de Italia, que como ya es habitual viene celebrándose en este período del mes del mes de mayo. Tiempo habrá en estas columnas de realizar los correspondientes comentarios acera de lo que acontece en la ronda transalpina. Por el momento, y en espera de lo que pueda suceder en las decisivas etapas alplinas, sumergidas a lo largo de la última semana, echamos la vista atrás y viajamos hasta los inicios de esta carrera italiana, al comienzo histórico del Giro. No en vano, hay que decirlo, se trata de la segunda prueba más importante del calendario ciclista, aún teniendo en cuenta que en el momento presente no reúne un elenco de figuras importantes como en realidad bien merecería. Los intereses comerciales, muchas veces, dan al traste por más prestigio que lleve consigo la prueba en cuestión. Haz click para ampliar Entusiasmo entre los aficionados En este sentido hemos de afirmar que el Tour de Francia es la que contra viento y marea se ha mantenido invulnerable en su puesto. Su cotización se hace valer y no ha disminuido con el paso de los años y con los acontecimientos incluso adversos. Perdura en nosotros el nombre de Henri Desgrange, abogado, periodista deportivo y pionero fundador, que no tuvo reparos de ponerla en marcha, allí por el año 1903. La obra fue un reto más que problemático que encontró en su camino inicial muchos detractores. Pero nada pudo arredrar el entusiasmo desplegado por Desgrange, nacido en la misma París, cuando precisamente el deporte de la bicicleta experimentaba una gran alza en popularidad y cuando las ruedas de madera de las bicicletas fueron sustituidas con éxito por las de llanta metálica, un signo protagonizado por el progreso. Al Tour le costó años para afianzarse. Cuando esto sucedía, su asentamiento definitivo, surgieron naturalmente sus imitadores. Los italianos, que contaban con buenos ciclistas, trataron de copiar la fórmula trazada por Desgrange, probando suerte al organizar una competición similar, por etapas, denominada Vuelta Ciclista a Italia. El alma de aquel proyecto fue el periódico milanés La Gazzetta dello Sport. Más concretamente fue debido a la mano del trío formado por Costamagna, Cougnet y Morgagni, que tenían mucho mando en el rotativo lombardo y un entusiasmo muy emprendedor. Se fraguó en el año 1908 para pasar a ser realidad al año siguiente. Las autoridades políticas y la industria italiana contribuyeron en gran manera a engrandecer la prueba, siendo financiada holgadamente para que pudiera subsistir frente a las contrariedades que siempre las hubo. Su popularidad creció como la espuma. Fueron fehacientes las proezas casi legendarias de atletas del pedal, tales como Girardengo, Binda, Brunero, Guerra, Martano, Coppi, Bartali, Magni, Koblet, Baldini, Nencini, Anquetil, Gimondi y Merckx, entre varios otros. La primera edición del Giro se celebró en el mes de mayo a lo largo de ocho etapas, con un total de algo más de 2400 kilómetros, lo cuál representaba la friolera diaria de trescientos kilómetros, una cifra nada despreciable en aquellos tiempos un tanto heroicos. La compensación residía que entre una y otra etapa se beneficiaba a los corredores con dos días de descanso para recuperarse de los esfuerzos realizados. En pos del triunfo final, se vivió un duelo muy cerrado entre Carlo Galetti y Luigi Ganna. Este último fue el que en definitiva conquistó la victoria absoluta. Galetti tuvo la desgracia de sufrir una caída en la primera etapa, viéndose obligado a emplear más de tres horas en reparar la consiguiente avería mecánica que le afectó a su bicicleta. No pudo recuperar del todo el tiempo perdido. En la edición siguiente, perduró el duelo entre Ganna y Galetti, las dos estrellas italianas de aquel momento. El Giro registró una importante participación de corredores extranjeros. Los más temibles eran los franceses. Haz click para ampliar En la alta montaña En la línea de salida en Milán, se alinearon un centenar de ciclistas. Basta afirmar como dato estadístico que finalizaron esta carrera de largo kilometraje sólo veinte unidades, un sello de su marcada dureza. En los primeros años, similar a lo que se aplicaba en el Tour, se optó por la fórmula de clasificación por puntos, en lugar de hacerlo por tiempos tal como se implantaría en un futuro próximo. Aquella vez, Ganna debió inclinarse ante el ímpetu impuesto desde el principio por Galetti, justo vencedor final. Carlo Galetti acumuló un buen historial y alcanzó una gran popularidad entre sus compatriotas. Es anécdota el constatar que su último triunfo lo logró en el año 1918 en la que fue clásica, Milán-Roma. Pero lo importante de esta victoria fue que la consiguió a la edad de nada menos 38 años, razón un tanto excepcional en los anales del ciclismo. Por otra parte, Galetti se volvió a imponer en el Giro correspondiente a su tercera edición (1911), que tuvo su inicio y su final en Roma. De Luigi Ganna, no menos famoso que el aludido en el párrafo anterior, cabe dar a conocer que cuando abandonó su actividad como ciclista, se dedicó con ahínco y presteza a la construcción de bicicletas, consiguiendo en muy poco tiempo una gran difusión internacional con el consabido prestigio. El ciclismo de ayer tiene páginas dignas de ser mencionadas. Tenemos la sensación al contar estas cosas que cumplimos y hacemos justicia a unos hechos que fueron realidad en otros tiempos, unos hechos que no tienen retorno.
Por Gerardo Fuster de Carulla.
Visto en: Amigosdelciclismo.com

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